En estos días en que todo el mundo se
pregunta si España pedirá o no el rescate financiero, y en la línea de
anteriores entradas publicadas en este Blog, te vamos a instruir con algunas
nociones que te permitirán entender la actualidad económica, pese a tus
limitaciones en este campo, y desenvolverte con soltura cuando surja el tema en
una conversación con tus colegas o cuando te encuentres con un vecino en el ascensor.
Para algunos estudiosos, la palabra rescate
procede de la unión de los verbos reskka (del
finés: rascarse el bolsillo) y atem
(del alemán: atar). La Europa
rica se rasca el bolsillo y concede un préstamo en condiciones abusivas, que ata
en corto a los países con dificultades financieras para que la saneada economía
del norte no se vea arrastrada por la quiebra de los PIGS (países insolventes y gandules del sur). O sea, en vez de
liberar al estado en apuros, el rescate secuestra su economía y le impide
crecer.
Otros autores consideran que el término
procede de la unión del prefijo re-
(que indica repetición) y el verbo escatimar
(dar o hacer lo mínimo posible). Y es que la Europa solvente repite siempre la misma
estrategia: hacer lo mínimo posible para ayudar a los países con problemas y,
si no, que se lo pregunten a nuestros amigos irlandeses, griegos y portugueses.
Incluso existe una rama de la ciencia que
estudia todo lo relativo a los rescates: la rescatología
(disciplina del saber que se ocupa de la manera de realizar salvaciones de
mierda), cuyos mayores especialistas ejercen de políticos en el norte y centro
de Europa.
Pero, pese a lo que afirman muchos
agoreros, no todo lo que se derivará del rescate financiero de España será
negativo para ti:
Por fin entenderás la jerga psiquiátrica
al 100%, después de que tu psicólogo de la Seguridad Social
te diagnostique estrés enervante, ansiedad flotante, depresión nerviosa y
suicidio obsesivo compulsivo como consecuencia de la bajada de tu sueldo un 50%
y la subida del IVA otro 50%. Además, gracias al copago sanitario y a la rebaja
del salario mínimo interprofesional, no podrás comprar los psicofármacos que te
recetará el médico y tendrás que usar remedios naturales (infusiones de
valeriana, amapola, güisqui...y técnicas de relajación como el reiki, el yoga, el
sexo salvaje...) lo que te librará de tomar sustancias tóxicas nocivas para tu
organismo.
Si eres varón, notarás un aumento
considerable de tu sex-appeal gracias a la mejora de tu forma física (cuando
tengas que vender tu coche porque no puedes pagar la gasolina y vayas al
trabajo andando, un par de horitas por trayecto) y a que marcarás más paquete (por
la inflamación crónica que presentarán tus testículos cuando veas que el sueldo
apenas te da para llegar a mitad de mes). Las mujeres te mirarán con deseo y te
solicitarán favores sexuales como nunca antes te había ocurrido.
Lograrás el sueño de toda mujer: una dieta
que te permitirá comer sin engordar. Después de tantos años tirando el dinero y
la salud con dietas milagro que nunca funcionan, eliminarás tu barriguita sin
apenas esfuerzo gracias a que el despido libre te habrá librado de poderte
comprar productos grasos (jamón, salmón, bombón…) y te verás obligada a
adquirir otros más ligeros (cogollo, pollo, repollo…). El despido libre también
te librará de la tiranía de la moda. Ya nadie te criticará por tu falta de estilo porque todas las
envidiosas se verán obligadas a vestir ropa de temporadas pasadas y chándals ya
que sus ingresos no les permitirán renovar el fondo de armario. Pasarás de ser
una chica sin gusto a marcar tendencia. Hasta puede que seas descubierta por un
cool hunter y te hagas famosa.
Te sentirás más valorado en tu medio
profesional después de que la edad de jubilación se retrase hasta los 99 años,
prorrogable por otros 20 años para las profesiones de bajo desgaste
(controlador aéreo en el aeropuerto de Castellón, revisor en el AVE
Toledo-Albacete, etc.)
Por fin conocerás a tus abuelos. Después
de que tus padres no te hayan llevado a visitarlos a la residencia en la que
estaban internados en veinte años y llegaras a pensar que te habían ocultado su
muerte para evitar que la noticia te traumatizara, podrás disfrutar de su
presencia de estos entrañables viejos cuando tus viejos les obliguen a instalarse
en tu casa para así poder vivir de sus pensiones.
Te
asegurarás la salvación de tu alma porque la jornada laboral flexible (constantes
cambios de horario, curro en días festivos, etc.) hará que pierdas contacto con
tus diabólicas amistades y pases menos tiempo en antros de perdición como
bares, discotecas, teatros… Al no coincidir nunca con tus amigos, te ahorrarás
la tentación de la música satánica, los bailes pecaminosos y cualquier tipo de perniciosa
diversión. Y, si además eres tan afortunado que te has de trasladar a otra
ciudad por tu trabajo y pierdes el contacto con todos tus seres queridos, San
Pedro en persona te abrirá las puertas del cielo cuando la palmes.
Si estás casado y tienes la suerte de
agotar la prestación por desempleo, se reavivará la llama de tu matrimonio. Te
verás obligado a vender la televisión para poder comer. Y, al no tener nada que
hacer en todo el día y sin caja tonta con la que entretenerse, volverás a hacer
el amor con tu pareja con tanta frecuencia como cuando erais novios.
En definitiva, No es tan malo que Europa
rescate a nuestro país. Podría ser mucho peor. Supón, por ejemplo, que tus
suegros te rescatan a ti. Os tenéis que ir a vivir con ellos a su piso de
setenta metros cuadrados, donde viven también la hermana de tu pareja, su
marido, sus tres hijos y su perro. Imagínate pasar todo el día aguantando las
indirectas de tu suegra y las batallitas de tu suegro mientras el gilipollas de
tu cuñado te apabulla con sus conocimientos sobre la cría de la avutarda en
cautividad y los malcriados de tus sobrinos (que no son avutardas) no dejan
de berrear porque no quieren comerse la verdura. Piensa en tu insufrible sobrina
adolescente, que se pasa la vida dando por el saco con el WhatsApp de su teléfono móvil finlandés, y en cómo estarías todo el tiempo estornudando
por la alergia que te produce el pelo de su pastor alemán. ¿Jodido, eh?