PRESENTACIÓN

LAS PENAS CON HUMOR SON MENOS PENAS

Este es el blog suboficial de PENURIAS EXQUISITAS, mi primera novela. Pero, sobre todo, es un espacio dedicado a la literatura de humor en el sentido más amplio de la expresión. Si un relato entretiene a quien lo lee y le ayuda a olvidarse de sus problemas por unos instantes, bienvenido sea. Aunque en el texto no se realice un alarde estilístico o se haga una brillante reflexión filosófica o futbolística. Como diría un albañil: cuanto más divertida sea una obra, mejor. En palabras de Mariano, el protagonista de esta novela, "Si, además de entretener al sujeto lector, se provoca su hilaridad, se cobran dos volátiles de una detonación."


lunes, 28 de octubre de 2013

EL INFORME PISA ESTÁ EQUIVOCADO

EL MUDO
Redacción, 20 de octubre del 2013

Hace unos días conocimos los detalles del informe PISA en el que se asegura que los adultos españoles están a la cola de los países de la OCDE en comprensión lectora y matemáticas. Pero, tras un sesudo trabajo deductivo, el equipo de redactores de este periódico ha llegado a la conclusión de que los resultados de este estudio son erróneos.

     La afirmación de nuestros analistas está basada en una serie de evidencias que demuestran, de forma irrefutable, que los españoles somos tan espabilados para las letras y las cuentas como los habitantes de cualquier país desarrollado.
     De no ser así, al leer la noticia de que se recortará el dinero dedicado a Educación y Sanidad y se aumentará la asignación a los partidos políticos en los Presupuestos del Estado del año que viene para mejorar el bienestar de los ciudadanos de nuestro país, no la habríamos entendido. Pero los españoles hemos comprendido que lo que quiere el Gobierno es que, en vez de perder nuestro tiempo estudiando carreras universitarias sin salida laboral (hoy en día, todas), lo empleemos en aprender de los profesionales de la política, que viven holgadamente sin dar un palo al agua en toda su vida. También sabemos que cerrar los infestos hospitales públicos es la mejor manera de librarnos de enfermedades y afecciones fatales para nuestra salud, ya que en los centros médicos los virus y las bacterias campan por sus respetos.
     Sin una buena comprensión lectora, los españolitos tampoco habríamos captado el significado de las palabras de la señora Cospedal cuando leímos en la prensa que Bárcenas había recibido una indemnización en diferido en forma de salario simulado. Estaba diciendo lo mismo que dice un empresario cualquiera de nuestro país cuando manda al paro a un trabajador y le abona una indemnización simulada por la aplicación en diferido de la Reforma Laboral. O que cuando nuestros jóvenes leen un anuncio en el periódico solicitando un responsable de logística en el sector turístico para el área mediterránea con remuneración fija más incentivos y horario continuado, saben perfectamente que es una oferta para trabajar de camarero en un chiringuito de playa cobrando trescientos euros más propinas con una jornada continuada de dieciséis horas al día.
      También se evidenció nuestra competencia al interpretar las declaraciones de Rajoy en las que aseguraba que el Gobierno había rescatado la Banca con dinero público para garantizar la solidez del sistema bancario español y provocar la fluidez del crédito. Los españoles supimos que lo que quería decir era que, gracias al dinero de todos, los sueldos de los directivos de las entidades rescatadas serían sólidos (es la forma más eficaz de saciar sus ansias de lucro y evitar más robos a las entidades quebradas) y se provocaría la fluidez del préstamo: la mitad de los españoles tienen que prestar su casa a algún pariente desahuciado para que no termine en la calle o prestar ayuda a sus mayores arruinados por las preferentes para que puedan pagar sus medicinas. Lo mismo nos ocurrió al leer las declaraciones del Ministro de Economía vaticinando la mejora de nuestro bienestar por la progresión geométrica del PIB, las infalibles previsiones del FMI y el BCE, la evolución alcista del IBEX, la sostenible contención del IPC y el incremento negativo del EURIBOR. O sea, que gracias a nuestra primera posición en la infalible clasificación de la UEFA y la FIFA, y a la cotización alcista de los deportistas españoles en la ATP, la FIA, el COI y la NBA, los ciudadanos tenemos asegurado el incremento de la actividad televisiva y la progresión geométrica de nuestro relajo cerebral, lo que redundará en un mayor bienestar para todos.
     Y, si ojeamos un artículo sobre la exigencia de las compañías eléctricas al Gobierno para incrementar el precio de la luz porque están sufriendo un enorme déficit tarifario, los españoles entendemos perfectamente que, como hace poco viento en Tarifa para producir energía eólica, las pobres eléctricas se ven obligadas a inflar el importe de la factura. Lo mismo sucede cuando las petroleras niegan que no exista la libre competencia; comprendemos que en nuestro país no son libres para no competir y todas no se ven obligadas a no disminuir el precio de los combustibles en contra de su no deseo.
     En lo que se refiere a las matemáticas, todos echamos cálculos cuando Rajoy dice que, debido al incremento en la esperanza de vida, tiene que reformar el sistema público de pensiones para hacerlo sostenible y mejorar la calidad de vida del futuro perceptor. Serán precisos 40 años cotizados para cobrar el 100% de la pensión. Si comenzamos a trabajar a los 30 (por el elevado paro juvenil) y encadenamos contratos temporales por una cuantía de 3 meses al año (en el chiringuito de la playa), los trabajadores españoles tendremos una esperanza de vida de unos 270 años y gozaremos de una salud de hierro (en toda nuestra vida laboral no cogeremos ni una baja médica y así no nos despedirán del trabajo). Así ,gracias al Gobierno, tendremos una calidad de vida que será la envidia de los asalariados alemanes.
     Si no supiéramos de cuentas, tampoco entenderíamos lo dice el sr. De Guindos cuando asegura que la  desaceleración del ritmo de aumento en la destrucción de empleo mejorará las perspectivas del subempleo subyacente. Es decir, que si ahora ¼ de los españoles en edad de trabajar no puede hacerlo, este porcentaje se incrementará negativamente hasta un deseable 3/2 del total de la población activa en la economía sumergida o un 4/3 de los trabajadores pasivos en la economía emergida. Por lo que muy pronto seremos la primera economía del planeta en la fabricación de submarinos (5/1 de la producción mundial).
     Gracias a nuestro talento para los números sabemos lo que los empresarios quieren decir cuando hablan de que la contención salarial disparará la productividad de la economía española provocando mayor felicidad neta a los trabajadores. O sea, que si ganas 800 euros, te bajan el sueldo a la mitad (te quitan 300 euros) y tienes que sacar adelante a los tuyos con los otros 450 euros, aumentará la productividad de tu economía porque con esos 250 euros menos tendrás que comprar más productos para llegar a fin de mes. Esto obligará a todos los miembros de la familia a realizar actividades conjuntas (ducha semanal en común, paseos diarios hasta los cubos de basura, ágapes familiares en el comedor de Cáritas…) para ahorrar los otros 150 euros hasta el total de los 750 euros de tu  anterior sueldo. Y ya se sabe: familia que ahorra unida, familia feliz y pulida.
     Todos los españoles comprendemos que si se nos informa de que la probabilidad de que SM el Rey termine por los suelos en un desplazamiento a pie es del 100%, se nos está diciendo que es mejor que Don Juan Carlos permanezca tumbado porque la probabilidad de que se caiga es mucho menor, alrededor del 160%, y evitar que vaya a cazar elefantes ya que se dispara este índice hasta el 20%. También sabemos que la probabilidad de un ciudadano de ahorrar 25 millones de euros trabajando honradamente es aproximadamente del 98%, pero este porcentaje es mucho menor, alrededor del 0’1%, si tienes la desgracia de ser tesorero del PP, sindicalista andaluz, dirigente político o banquero. Es como la Lotería Nacional: la probabilidad de que te toque el gordo si eres presidente de la Diputación de Castellón es de apenas el 99,99%, sensiblemente menor que si no desempeñas ningún cargo público en la Comunidad Valenciana en cuyo caso se eleva hasta el  0,00000001%.
     En conclusión, resulta evidente que el informe PISA está plagado de errores; lo que se explica porque los autores del estudio, nórdicos amargados por el rigor del clima y el alcoholismo o japoneses resentidos por la falta de vacaciones y la represión de sus emociones, no comprenden nuestra idiosincrasia y nos juzgan con criterios contaminados por los prejuicios y la envidia.

lunes, 7 de octubre de 2013

AVE FÉLIX (CUENTO RECICLADO)


                                          
     Siempre fui un convencido practicante de la economía del consumismo. Tenía mis razones. Me sobraba el dinero, vivía solo en mi ático de soltero, tenía un A 3 y un Mac. Ganaba un buen sueldo trabajando de informático en una multinacional y no veía la necesidad de gastar tiempo y esfuerzo para reutilizar cosas viejas cuando podía comprarme lo que quisiera completamente nuevo. No me apetecía bajar con la basura en veinte bolsas diferentes y pasear por todo el barrio como si fuera un mendigo para llegar hasta los contenedores de colores situados donde Cristo perdió el gorro. Además, estaba harto de que los políticos me bombardeasen a todas horas con mensajes alarmistas apelando a la responsabilidad ecológica. Como si el planeta se fuera a morir al día siguiente y yo fuera el único responsable.
     Pero todo aquello pasó a mejor vida cuando me enamoré de Renata. La que luego sería mi esposa era una fanática del reciclaje y yo me dejaba llevar por su entusiasmo sostenible para conseguir su amor. Así fue como me enteré de de la sorprendente muerte del obispo de Mondoñedo. Renata había decretado que debíamos reutilizar las hojas del periódico cortadas a un tamaño adecuado para limpiarnos a modo de papel higiénico. Una bochornosa tarde de agosto, se levantó de la siesta y se fue al baño. Cuando regresó al dormitorio, estaba cariñosa y nos pusimos a practicar el 69. Entonces me encontré con la noticia impresa en las nalgas de mi novia y no me pude resistir a enterarme de los detalles del óbito, lo que me acarreó la consiguiente bronca de mi pareja por la pasusa amatoria.
     Mi novia también me hizo ver la luz, con su método sostenible de gestión de residuos orgánicos. Una parte de los desechos producidos en la casa se dedicaban a la producción de energía tras un periodo de putrefacción en un depósito que canalizaba el metano resultante a la instalación del gas. La producción era suficiente para hacer que funcionara la cocina, la calefacción de la casa y para alimentar unos faroles de gas que llenaban de claridad nuestro nidito de amor. Otra parte de los residuos orgánicos se empleaban para la producción de composta, una especie de estiércol casero con el que abonábamos nuestro huerto urbano y ecológico, instalado en la terraza del ático, cuyos productos constituían la base de mi alimentación.
     También aprendí en aquellos tiempos a refinar mis gustos ornamentales. Descubrí la decoración sostenible, mucho más cálido que el frío estilo sueco del Ikea que había gobernado mi vida de soltero. Mi salón se convirtió en un alegre arco iris cuando instalamos en el salón diez contendores, diez, de diferentes colores para realizar una recogida selectiva de basura. Verde: vidrio, azul: cartón…
     Todas aquellas innovaciones ecológicas hacían que fluyera en el ambiente un olorcillo de lo más sano para el planeta, pero fatal para la pituitaria humana. El problema lo solucionó Renata de forma sostenible, sólo había que sostener una pinza en la nariz durante la permanencia en el piso.
     Nuestro noviazgo terminó su vida útil cuando Renata se quedó embarazada incomprensiblemente: usábamos condón en cada una de nuestros encuentros sexuales. Quizás tuvo algo que ver que, por iniciativa de mi novia, reutilizábamos los preservativos –tras lavarlos y tenderlos al sol en la terraza- unas veinte veces antes de depositarlos en el cubo de basura amarillo.
     Después de la boda todo cambió. Renata se recicló profesionalmente: dejó su trabajo para dedicar todas sus energías a nuestro matrimonio. Pero abrumada por el elevado consumo de productos nocivos para el medio ambiente que requería la realización de la  limpieza del hogar, dejó de hacerla. Lo mismo ocurrió con la colada, de la que terminé encargándome coincidiendo con mi ducha del sábado para ahorrarle al planeta agua, energía y jabón. Sin embargo, en la cocina mi mujer demostró una creatividad poco común: reciclaba el aceite de la sartén para otros guisos posteriores. De manera que se ganaba sabor y de paso no contaminábamos con sustancias tóxicas el medio ambiente. Así nació una innovadora cocina de autor en la que la sepia sabía a bistec y las lentejas olían a pastel de chocolate. Hasta que decidí ocuparme de cocinar de la forma más sostenible posible para mi delicado estómago. Orientado por mi esposa, también me reciclé eliminando el consumo de cervezas con mis amigos en el bar (empezamos a fabricar nuestro propio vino ecológico a partir de los restos de la fruta convenientemente fermentados en el cubo de la fregona) y renunciando al Canal + y a mi suscripción de La Vanguardia. Todo para reducir la producción de residuos.
     Al principio yo accedía a aquellas limitaciones de mala gana, pero con la llegada de nuestro bebé me conciencié de la necesidad de reciclar. Así lavaba con mucho gusto sus pañales de tela (los de papel son un atentado contra nuestros bosques)  cada día en mi ducha matinal, a la vez que hacía lo propio con la vajilla usada el día anterior, pensando que esa era la manera de dejar un planeta en buen estado a mi retoño.
     Pasó el tiempo y mi mujer, que era enemiga de reciclar las calorías mediante el ejercicio, fue acumulando grasas en toda su anatomía. De manera que su figura dejó de ser sostenible y decidimos invertir todo el dinero que habíamos ahorrado en los años de de guerra al consumismo en reciclar su físico por medio de una liposucción y, ya metidos en quirófano, aumentar unas tallas su pecho. La operación fue un éxito redondo. Renata tenía un aspecto radiante y con las grasas que le extrajeron tuvimos materia prima con la que fabricar jabón ecológico para todo un año.
     Pero un día se plantó ante mí cuando regresé del trabajo, se quitó la pinza de la nariz y me dijo: “Te dejo, Félix. He conocido a otro hombre y me he enamorado…” Mi mujer había abandonado la cultura del reciclaje y abrazado la filosofía del usar y tirar: me usó para sus propósitos y me dejó tirado por un monitor de su gimnasio que parecía un armario y hablaba como un armario. 
     Caí en una profunda depresión que me llevó a intentar suicidarme ingiriendo dos cajas de antidepresivos con abundante alcohol. Pero como el vino de elaboración casera  estaba en mal estado, a causa del descuido de la producción en aquellos días aciagos, mi organismo no pudo soportarlo y terminé vomitando los tóxicos en el contenedor rojo (desechos peligrosos). La experiencia me dejó una úlcera galopante en el estómago que hizo que no me quedaran ganas de volver a quitarme la vida.
     Con el divorcio, mi exmujer se quedó con mis últimos caprichos consumistas: el ático, el Audi y el Mac. Además le tengo que pagar una pensión compensatoria a ella y otra alimenticia para el niño. Y como me despidieron del trabajo por coger la baja laboral por depresión, con el subsidio del paro apenas me llegaba para alquilar una habitación en un piso compartido con una docena de paquistaníes.
     Pero no le guardo ningún rencor a Renata. He pasado página y me he reintroducido en el ciclo de la vida. He resurgido de mis cenizas como el ave fénix. Me he sometido a un proceso de reciclaje emocional que me evitará futuros desengaños para el resto de mis días. Ahora disfruto del amor fiel de Angelina, un maniquí viejo que recogí de un contendor de basura de El Corte Inglés. Le coloco en la cabeza la foto de mi actriz favorita del momento, reciclada de una revista del corazón, y le incorporo en la entrepierna una hortaliza alargada de las cosechadas en nuestro huerto vertical, ubicado en las paredes del patio interior del piso, que, al final de su vida útil, reutilizo para alimentar a nuestros pollos en la granja ecológica del balcón. Así puedo cumplir el sueño de todo hombre: cambiar de amante cada noche con solo cambiar la foto del maniquí.
     También me he sometido a un reciclaje cultural gracias al aprendizaje de un nuevo idioma, el urdu, y al conocimiento de los secretos de la cocina pakistaní que me han proporcionado mis compañeros de piso. Otro tanto ha sucedido con mi estética. Me he librado de la tiranía del traje que me tanto me angustiaba cuando tenía que ir a la oficina. Ahora visto informal, como siempre había deseado y me paso el día en bañador y camiseta, que es la única ropa que tengo. Por fin puedo llevar el pelo largo, como a mí me gusta, y al estilo rasta, que es el más ecológico porque no hace falta lavarlo.
     Además me he sometido a un profundo reciclaje profesional. Me he convertido en un emprendedor. He creado una empresa, ECOFOOD, de la que soy dueño. Un negocio de comida ecológica a domicilio especializado en cocina asiática que proporciona empleo a mis compañeros de piso. Es un negocio redondo y sostenible: materia prima gratis (residuos orgánicos de comida con fecha de caducidad inminente, siempre cumpliendo los criterios de higiene alimentaria de Arias Cañete, obtenidos por mis empleados  durante su recorrido diario por los supermercados de la ciudad a la hora del cierre) que mis cocineros transforman en deliciosos shwarma, faláfel y durum deconstruidos; conexión wi-fi gratuita (gracias a la gentileza del bar de la esquina); escaso gasto en combustible (el reparto lo realizan mis chicos en bicicleta) y administración eficiente (para gestionar los pedidos utilizo un  PC reciclado que monté a partir de los restos de varios ordenadores encontrados en la basura).
     La cosa va tan bien que he hecho una incursión en el mundo de la moda con la puesta en marcha de un negocio que empieza a andar con buen pie: ECOFOOT. Una empresa de  venta a domicilio de sandalias ecológicas que mis operarios elaboran, bajo mi atenta supervisión,  a partir de neumáticos usados y retales de ropa vieja rescatados de vertederos y contenedores. Y todo ello sin apenas contaminar ya que tanto los talleres como los almacenes se ubican en nuestro domicilio.

     Así que tengo una vida amorosa plena, vivo como quiero y me estoy enriqueciendo a marchas forzadas mientras cuido nuestro planeta. Y todo se lo debo a mi ex.