PRESENTACIÓN

LAS PENAS CON HUMOR SON MENOS PENAS

Este es el blog suboficial de PENURIAS EXQUISITAS, mi primera novela. Pero, sobre todo, es un espacio dedicado a la literatura de humor en el sentido más amplio de la expresión. Si un relato entretiene a quien lo lee y le ayuda a olvidarse de sus problemas por unos instantes, bienvenido sea. Aunque en el texto no se realice un alarde estilístico o se haga una brillante reflexión filosófica o futbolística. Como diría un albañil: cuanto más divertida sea una obra, mejor. En palabras de Mariano, el protagonista de esta novela, "Si, además de entretener al sujeto lector, se provoca su hilaridad, se cobran dos volátiles de una detonación."


miércoles, 22 de mayo de 2013

A FALTA DE PAN, BUENAS SON MOSCAS


     Soy un parado desesperado, como tantos en nuestro país. Con tres hijos y mujer a mi cargo, se me termina el subsidio del paro el mes que viene. Llevaba unos días considerando la posibilidad de alquilar mi apolíneo cuerpo para uso y disfrute sexual de terceros, cuando vi la noticia en la televisión. Estábamos disfrutando de nuestro menú gourmet de cada noche (sopa de sobre y salchichas de marca blanca del Mercadona) y me atraganté con una Frankfurt de la impresión. Resulta que según un informe publicado por la ONU, la solución para combatir el hambre en el mundo es que los humanos comamos insectos. Resulta que producir bichos tiene un coste muy inferior a criar ganado convencional y los insectos poseen mejores propiedades nutritivas (alto contenido en proteínas, minerales, vitaminas, fibra y L. Casei inmunitas) que las carnes de aves, mamíferos, reptiles, virus y peces.
     Aquello era una señal divina. Justo cuando se me acababa la prestación por desempleo y llegaba el buen tiempo, que es la mejor época de año para que proliferen los bichos. “A falta de pan, buenas son moscas”, le dije a mi mujer y nos pusimos a idear una estrategia combinada que nos permitiera mantener a la familia sin que ninguno de sus miembros hubiera de arrendar el miembro.
     Lo primero fue preparar el piso para convertirlo en una granja-criadero-huerto-matadero de insectos. De manera que acondicionamos un centenar de  banastas recogidas de la basura y garrafas de agua cortadas por la mitad que distribuimos por todas las estancias de la vivienda. En el interior de cada recipiente colocamos el pienso adecuado a la especie a criar (estiércol y césped robado del parque, despojos del contenedor de basura orgánica, hojas en descomposición de los árboles de la calle…) y lo vamos renovando diariamente. Así nos ahorramos el dinero de la compra del pienso. Además, para conseguir una mayor productividad, ningún miembro de la familia se lava y tampoco hacemos la colada para que nuestro olor corporal atraiga a las cucarachas y otros insectos de olfato sensible. Es la forma de renovar el ganado y ahorrarnos una pasta en agua y electricidad. Y como tenemos una nutrida colonia de luciérnagas, no encendemos la luz por la noche. Tampoco gastamos gas natural. Gracias a que cultivamos con gran éxito una gran cantidad de  cigarras pedorras -una variedad sudamericana famosa por su aerofagia crónica- en un terrario hermético y el metano que producen los bichos nos sirve luego para cocinar todos los alimentos. Además, como en todas las camas de la casa tenemos sembrados chinches, si nos entra hambre a mitad de la noche y nos apetece picar algo, no tenemos ni que levantarnos del catre. Es cierto que algunos vecinos tiquismiquis se quejan de los intensos aromas que desprende nuestra vivienda, pero cuando se atreven a importunarnos usamos los panales de avispas que como repelente y santas pascuas.
     Todo este despliegue entomológico no hubiera sido posible sin el compromiso firme de todos los miembros de la familia. Mi mujer ha sido la más entusiasta. Ha encontrado la forma de lucir una figura esbelta sin tener que acudir gimnasio (un lujo que no podemos permitirnos). Ahora hace ejercicio al aire libre. Armada con un matamoscas y un cazamariposas, se pasa el día en los estanques de los parques y, al final de la jornada regresa a nuestro hogar, con sus jaulas llenas de libélulas, mariposas y otros insectos voladores. Nuestros tres churumbeles también participan responsablemente en la alimentación familiar adoptando el papel de granjas andantes.  Convenientemente aisladas con sendas bolsas de basura para evitar la fuga de los nutritivos piojos, sus seseras son granjas de estos simpáticos parásitos. De manera que producen suficiente alimento para su almuerzo diario con lo que nos ahorramos el pago del comedor escolar. Mis dos cuñadas, que siempre han sido un poco zorrones y muy poco escrupulosas, colaboran cultivando en sus entrepiernas unas exquisitas ladillas, que no tienen nada que envidiar a las centollas gallegas, ni sabor ni en tamaño, que luego alcanzan precios astronómicos en algunas tiendas gourmet. Hasta mi suegra, que es como una mosca cojonera gigante, alimenta en sus abundantes lorzas a nutrida colonia de garrapatas que son la base de nuestra alimentación y su principal fuente de hierro. Hasta la mascota de la casa nos hecha una mano después de que hayamos cambiado nuestro rottweiler, un animal caro de mantener y que tenía muy malas pulgas, por un escuálido galgo que apenas come y produce muchos parásitos. Ya se sabe: a perro flaco todo son pulgas. Y yo, que antes me aburría en casa por estar en paro, ahora no paro en casa. A primera hora de la mañana realizo el ordeño de los animales, la recogida de los individuos aptos para el consumo en las diferentes estancias del piso y el sacrificio de los insectos que comeremos durante el día. Como tenemos excedentes de producción, envaso higiénicamente los bichos destinados a la venta y luego salgo a realizar la distribución en tiendas de comida oriental y colmados latinos de toda la ciudad. A media mañana, ya estoy de vuelta en el piso para sacar a pastar al ganado: al parque a los saltamontes, las hormigas y las orugas; a la playa a los mosquitos para que piquen a los guiris; al Ayuntamiento, Parlamento autonómico y otros lugares frecuentados por políticos a moscas, escarabajos peloteros y otros insectos coprófagos. Y a última hora de la tarde recojo a todas nuestras criaturas de seis patas y regresamos a nuestro hogar para descansar.
     Así que, gracias a la ONU, soy un hombre feliz. He recuperado mi autoestima. Evito la vergüenza de acudir con mis hijos un comedor social y la familia está más unida que nunca. Ahora tenemos la nevera sierre rebosante de comida fresca y, con la venta de los excedentes, nos sacamos dinero extra para los gastos de la casa. Hasta hemos ahorrado un poco. Pero eso no es todo. Gracias a las inmensas posibilidades de negocio que nos ofrece el mundo de los bichos al margen de la ganadería, se abre un futuro prometedor para nosotros. Próximamente abriré un restaurante entomológico de autor en el que hemos invertido todo nuestro capital. Ya ha hecho un curso de cocina fina por Internet y, por si las moscas, me he puesto en contacto con Chicote para que venga a echarme una mano en la inauguración. Ya he seleccionado los platos que integraran el menú degustación:
-Ensalada volátil de moscarda verde y mariposa baby con reducción de aceite de Módena sobre sinfonía de mosquitos trompeteros.
-Tempura de ventrisca de ladilla de Pierna Alta y cocochas de hormiga roja “joputa” con emulsión de piojos frescos.
-Sorbete de termita africana macerada en caviar de pequeño saltamontes americano y gelatina de gusano de seda asiático.
-Carpaccio de omelette aux oeufs du oruga peluda con salsa tártara.
-Mousse de pulga lechal a la albahaca con pulgón añejo y vol-au-vent de cigarra pedorra.
-Cascada etérea de pastelitos de libélula sobre esferificación de escarabajo pelotero y merengue de chinches de la Conchinchina.                                                                                   ¡Se me hace la boca agua sólo de pensar en estas delicatessen!

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